Entonces y para sorpresa de todos, sus pies comenzaron a flotar en el aire por arte de magia y al compás de la música, rompiendo uno de los dientes de su peine plateado y tiñendo con aquellos restos, mientras se elevaba a velocidad meteórica, el cielo de un color peculiar e indescriptible que me hacía feliz como ninguna otra cosa lo había conseguido.