30.1.12

La abracadabrante historia de mi amigo Anxo


Hoy el sol estalla de alegría y la nieve le reluce en su órbita. El aire tiene un frescor matinal, algunos pájaros cantan y otros no hacen que ligar en las bibliotecas universitarias.

Con esta alegría os dejo esta perlita de un amigo y vecino en vacaciones.

Pronto habrá playa, oh sí, vaya si la habrá...


Con todos ustedes: http://www.flipeo12.com/

Peace!


29.1.12

Daniel es retarded



así es queridos. :D
así es.

28.1.12

π = 3

He conseguido una Stone of Jordan.





ahora soy invencible.
de tus círculos haré mis cuadrados.
duro duro.

24.1.12

apruebo








18.1.12

ARREPÍOS















16.1.12

UNA MENTE MARAVILLOSA


Mis camaradas de Europa Macht Schule

Maxim

Hajdar

Atilla

Magdalena


“Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan).”
Saint-Exupéry, El Principito.

6.1.12

Tu beso meteórico con el que estallo








" Pues los humanos estamos hechos de materia cósmica resultante de la muerte de estrellas"

5.1.12

Dodes'ka-den

Después de que mi amiga y su novio me hubiesen acogido durante mi estancia en Düsseldorf, cogí el primer tren que se dirigía a Ratisbona, en dónde por aquel entonces estaba estudiando.

Esta vez había decidido buscarme un billete barato, y por esa razón me tuve que cruzar Alemania entera para poder volar a bajo precio con una de las desprestigiadas compañías low-cost. En realidad, la duración del trayecto no compensaba con el poco dinero que uno se ahorra, pero mi estatus de estudiante y, sobre todo, la oportunidad de conocer el oeste de Alemania, se manifestaron como la opción más atractiva. Fue un gran alivio encontrarme con españoles el primer día que pisaba el extranjero después del período navideño. Pese a mi aparente seguridad, me alegró mucho volver a ver a gente que en cierto modo compartía mi situación, y parecía verse reflejada en mis palabras. No deje de calibrarlo durante todo el viaje.

Elegí el camarote que estaba más alejado. Cómo era el inicio del recorrido, estaba absolutamente vacío. En cuanto nos pusimos en marcha, cerré la puerta mostrando mi deseo de soledad. No me apetecía hablar con nadie, y por suerte los alemanes suelen interpretar con facilidad cuando alguien se siente así. Viajé solo durante todo el viaje. Tan sólo al final entró una señora de mediana edad que, con un liviano “buenos días”, entendió respetar mis ganas de silencio. Olía a espuma de rizar. Probablemente acababa de ducharse. Agradecí el frescor que aportó al aire de lugar.

El recorrido del tren atravesaba de manera perpendicular la cuenca del Ruhr. El cielo estaba ensuciado por unas nubes grises poco densas, que me recordaban a las manchas de tinta que los psicólogos emplean en el test de Rorschach. A tientos, intentaba dilucidar qué significado les conferiría yo a esas manchas, pero no estaba muy creativo. A decir verdad, me daba miedo encontrar una respuesta. El paisaje de acero concatenaba la suciedad del cielo, y raíles, tendidos eléctricos y fábricas se sucedían en una progresión infinita. Siempre que me habían comentado el enorme tamaño de aquella zona industrial, me costaba delimitarla en un espacio físico, pero cualquier exageración era pequeña. Mirando aquellas finas torres, que se multiplicaban como afiladas cuchillas de hojalata, me sentía extrañamente incómodo.

Mientras tanto, a través de distracciones, pequeñas cabeceadas y lecturas, intentaba desatender el diálogo interno que estrangulaba mi vientre. “¿Estaré haciendo lo correcto?”, “sí, tu eres capaz de lograrlo”, “¿estaré haciendo lo correcto?”, “sí, tu eres capaz de lograrlo”, “¿estaré haciendo lo correcto?”, “sí, tu eres capaz de lograrlo”...

Do-desu-ka-den do-desu-ka-den do-desu-ka-den


Do-desu-ka-den do-desu-ka-den do-desu-ka-den